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¿Una carrera profesional o una historia de vida?
Te cuento una historia personal. Si continuas leyendo descubrirás un poquito de ¿por qué estudié psicología? y mi pasión por esta forma de vida.
En 2024 cumplí veinte años de carrera profesional. Si tienes más de treinta y cinco años y estás leyendo esto, sabrás lo rápido que pasa el tiempo; probablemente no lo imaginabas así. Si eres joven, tal vez aún tengas la impresión de que la vida pasa despacito. Ojalá sientas que hay muchas cosas que deseas hacer y que el futuro está lleno de posibilidades.


En 2024 cumplí veinte años de carrera profesional. Si tienes más de treinta y cinco años y estás leyendo esto, sabrás lo rápido que pasa el tiempo; probablemente no lo imaginabas así. Si eres joven, tal vez aún tengas la impresión de que la vida pasa despacito. Ojalá sientas que hay muchas cosas que deseas hacer y que el futuro está lleno de posibilidades.

Recuerdo haber elegido la carrera de psicología porque me interesaba comprender al ser humano: sus decisiones, emociones, comportamientos, pero también sus contradicciones. De hecho, lo incomprensible de la conducta humana fue precisamente lo que me orientó al psicoanálisis, ya que la teoría conductista de causa y efecto no explicaba —al menos para mí— algunos síntomas, formas de vida o el misterio del sufrimiento humano y la repetición.

Estudiar la carrera fue un placer: leer, aprender de mis maestros, hacer amigos en la universidad, con todas sus aventuras, fiestas y viajes. Además, inicié mi propio psicoanálisis, un emocionante viaje que, al inicio, fue muy doloroso, pero que con el tiempo comenzó a orientar mi vida.
Al salir de la universidad, quería vivir muchas cosas, pero también seguir estudiando. Creo que el amor por el saber y la formación es quizá una semillita que está en mí desde la infancia, desde la curiosidad.
Estudié la maestría y dudé mucho antes de entrar a la formación para psicoanalista, que es un posgrado posterior a la maestría. Este consiste en muchos años de seminarios, supervisión, análisis personal y, además, es costoso en todos los sentidos. Temía perder mi juventud en ese proyecto. Pero, como el deseo es fuerte, lo emprendí, y fue una de las mejores decisiones de mi vida. Atender pacientes es una responsabilidad humana y ética que requiere mucho equilibrio. No digo que dicho equilibrio se logre plenamente, porque cuando hablamos de lo humano, esto va y viene. Sin embargo, se necesita una amplia formación.

En fin, ha sido un camino muy placentero, aunque también lleno de angustias y dolores. Creo que todo esto —las ganas de vivir, el esfuerzo constante por formarme, el crecimiento, y las experiencias de vida, incluso las dolorosas— forma parte de lo que tengo para ofrecer a mis pacientes.

Muchas veces llegan personas sin deseos: sin ganas de trabajar, de amar, de vivir, o con un deseo muy bajito u oprimido. Ahí comienza el trabajo entre paciente y analista: iniciamos juntos un proceso para recuperar o crear esa llama de la vida. Otras veces, el problema es que la llama es demasiado grande e intensa, y hay que regularla para que no cause tanto sufrimiento. Quise compartir contigo, de forma más personal, un pedacito de mi carrera profesional, que también es mi vida. En todo este tiempo viví también historias personales, pero ser psicoanalista nunca está separado de la riqueza y el dolor de vivir.





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¿Una carrera profesional o una historia de vida?
Te cuento una historia personal. Si continuas leyendo descubrirás un poquito de ¿por qué estudié psicología? y mi pasión por esta forma de vida.
En 2024 cumplí veinte años de carrera profesional. Si tienes más de treinta y cinco años y estás leyendo esto, sabrás lo rápido que pasa el tiempo; probablemente no lo imaginabas así. Si eres joven, tal vez aún tengas la impresión de que la vida pasa despacito. Ojalá sientas que hay muchas cosas que deseas hacer y que el futuro está lleno de posibilidades.


En 2024 cumplí veinte años de carrera profesional. Si tienes más de treinta y cinco años y estás leyendo esto, sabrás lo rápido que pasa el tiempo; probablemente no lo imaginabas así. Si eres joven, tal vez aún tengas la impresión de que la vida pasa despacito. Ojalá sientas que hay muchas cosas que deseas hacer y que el futuro está lleno de posibilidades.

Recuerdo haber elegido la carrera de psicología porque me interesaba comprender al ser humano: sus decisiones, emociones, comportamientos, pero también sus contradicciones. De hecho, lo incomprensible de la conducta humana fue precisamente lo que me orientó al psicoanálisis, ya que la teoría conductista de causa y efecto no explicaba —al menos para mí— algunos síntomas, formas de vida o el misterio del sufrimiento humano y la repetición.

Estudiar la carrera fue un placer: leer, aprender de mis maestros, hacer amigos en la universidad, con todas sus aventuras, fiestas y viajes. Además, inicié mi propio psicoanálisis, un emocionante viaje que, al inicio, fue muy doloroso, pero que con el tiempo comenzó a orientar mi vida.
Al salir de la universidad, quería vivir muchas cosas, pero también seguir estudiando. Creo que el amor por el saber y la formación es quizá una semillita que está en mí desde la infancia, desde la curiosidad.
Estudié la maestría y dudé mucho antes de entrar a la formación para psicoanalista, que es un posgrado posterior a la maestría. Este consiste en muchos años de seminarios, supervisión, análisis personal y, además, es costoso en todos los sentidos. Temía perder mi juventud en ese proyecto. Pero, como el deseo es fuerte, lo emprendí, y fue una de las mejores decisiones de mi vida. Atender pacientes es una responsabilidad humana y ética que requiere mucho equilibrio. No digo que dicho equilibrio se logre plenamente, porque cuando hablamos de lo humano, esto va y viene. Sin embargo, se necesita una amplia formación.

En fin, ha sido un camino muy placentero, aunque también lleno de angustias y dolores. Creo que todo esto —las ganas de vivir, el esfuerzo constante por formarme, el crecimiento, y las experiencias de vida, incluso las dolorosas— forma parte de lo que tengo para ofrecer a mis pacientes.

Muchas veces llegan personas sin deseos: sin ganas de trabajar, de amar, de vivir, o con un deseo muy bajito u oprimido. Ahí comienza el trabajo entre paciente y analista: iniciamos juntos un proceso para recuperar o crear esa llama de la vida. Otras veces, el problema es que la llama es demasiado grande e intensa, y hay que regularla para que no cause tanto sufrimiento. Quise compartir contigo, de forma más personal, un pedacito de mi carrera profesional, que también es mi vida. En todo este tiempo viví también historias personales, pero ser psicoanalista nunca está separado de la riqueza y el dolor de vivir.


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